28 oct 2014

Rompenieves (1)

autor: Rochette & Lob
edición: Bang (2006)


Nunca he sido muy fan de los cómics. De hecho puedo contar con los dedos de las manos los que he leído y además eso sucedió hace mucho tiempo. Pero para todo hay una primera vez. Para lanzarme a leer y reseñar “Le Transperceneige” su homónima adaptación al cine (“Snowpiercer”) ha tenido mucho que ver.

El primer volumen que aquí nos ocupa, denominado “El fugitivo”, fue un proyecto iniciado por Jaques Lob y Alexis (pseudónimo de Dominique Vallet) que quedó huérfano largo tiempo tras la muerte de Vallet en 1977. No fue hasta 1982 que se publicó en Francia tras unirse al proyecto Jean-Marc Rochette. De esta manera pudo ver la luz esta cruda y oscura novela gráfica, una epopeya futurista de tintes post-apocalípticos.

Sinopsis:

Con un efectivo uso del blanco y negro sus viñetas nos introducen de lleno a bordo de este extraño tren.

'Surcando el inmenso paisaje blanco de un invierno eterno y helado,
un tren que jamás se detiene rueda de un extremo al otro del planeta.
Es el Rompenieves, con mil y un vagones.
El último bastión de la civilización.'

Hay quien dice que fue un accidente fortuito, otros muchos apuntan al uso de un arma climática. No se sabe a ciencia cierta que pasó pero lo cierto es que tras la hecatombe el planeta se ha convertido en un mundo gélido y muerto, devorado por las sempiternas nieves. Tan solo los que consiguieron refugiarse en el tren salvaron sus vidas. Abandonar sus compartimentos y salir al exterior supone una muerte casi segura.

Proloff es capturado mientras pasa de un vagón a otro en busca de una vida mejor. Huye de los furgones de cola, donde los guetos de pobreza condenan a los que allí viven: amontonados en vagones de ganado sin apenas ventanas mueren sin remedio de hambre y frío. A medida que nos acercamos a la cabeza del tren encontramos en cómodos compartimentos a los individuos ricos y pudientes. El tren se halla organizado escrupulosamente en clases sociales inamovibles. Incluso existen en él vagones exclusivos de militares que tienen la labor de mantener este orden; en estas zonas de exclusión la autoridad civil apenas pinta nada.

Adeline Belleau lucha por los derechos de los viajeros de los coches de cola. Tras enterarse del arresto de Proloff acude en su ayuda; entre ambos se establecerá una relación que va más allá de lo estrictamente profesional. Adeline se verá arrastrada junto a Proloff en una travesía hacia la cabeza del tren con el fin de ser interrogados por los mandamases, cruzando un vagón tras otro y sumergiéndose en una vorágine de desechos y vicios humanos.

A este panorama se le suma un dato preocupante: el motor de movimiento perpetuo del tren comienza a dar síntomas de agotamiento. La velocidad del mismo disminuye (de forma apenas imperceptible pero inexorable) y la solución implicará medidas drásticas y algunos sacrificios. Si se reduce la inercia de la locomotora se alterará el frágil equilibrio que gobierna el tren y todo se irá a pique, acabando así con el último reducto de humanos sobre el planeta.


Opinión:

El periplo de los protagonistas por el tren nos mostrará la solución a algunas dudas que inevitablemente nos asaltan. Hay demasiadas preguntas sin respuesta que retumban en nuestra mente sobre los hechos acontecidos y sobre el funcionamiento del Rompenieves. A lo largo de las páginas conoceremos a la Mama o a Olga y lograremos atar algunos (no todos) cabos sueltos.

El tren no es más que una metáfora extrema de la sociedad actual, una parábola que busca poner en duda la libertad e integridad del hombre como especie, aunque escenificada en este caso por un único individuo: Proloff. Ideado en sus inicios como un medio de transporte placentero y autosuficiente el tren ha acabado convirtiendo en una prisión para todos sus inquilinos: tanto los que viven en los miserables guetos de cola como los que habitan los lujosos vagones dorados de la cabeza. Nada en el blanco y negro de sus viñetas nos indica que sea glamuroso: entre las diferentes zonas del tren tan solo varían las condiciones de vida (espacio, alimentos, vicios...) pero el nefasto futuro que les espera a todos es el mismo.

En un ambiente tan claustrofóbico como este los mitos y las habladurías son constantes y las mentes se incendian con las brasas del miedo y de las fobias, llegando incluso a surgir credos como la Hermandad de la Máquina, dignos de una novela dieselpunk. Y la amenaza real de una epidemia no hace sino empeorar las cosas. Es entonces cuando la máxima de Hobbes se hace más patente y dolorosa: ‘el hombre es un lobo para el hombre’.

Son la trama y los dibujos los que conceden fuerza y potencial a la historia (no tanto quizás sus diálogos) pero en general el conjunto es muy efectivo y atrapa lo suficiente para leerlo del tirón. Si bien la fantástica película de Joon-ho Bong se centra más en la acción, en la violencia y en el desarrollo de nuevos personajes paralelos, la novela gráfica hace ahínco en las desigualdades sociales y en la lucha inherente al instinto de supervivencia. En este aspecto creo que ambas son gratamente complementarias.

El resultado es un notable relato. “Rompenieves” es una lectura (amenizada con excelentes ilustraciones) de la que he disfrutado mucho a pesar de mis dudas iniciales. Quizás la novela adolezca de lo mismo que su versión cinematográfica con algunas lagunas y saltos en la trama, pero el final resulta igualmente abrupto y sorprendente, un gran punto a favor de una historia contada muchas veces pero nunca antes con un punto de vista tan original y tan contundente como este.

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